El particular sonido del organillo que recorre las calles de la Ciudad de México, es inconfundible. La figura del organillero es un oficio que conserva nuestras tradiciones a través de sus singulares melodías
Uno de los sonidos callejeros más conocidos e inconfundibles es el del organillo, un instrumento que aunque no nació en México, ahora es parte inamovible de nuestra cultura. A la par esta la figura del organillero, un oficio que día a día se resiste a morir.
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Seguramente has escuchado alguna vez “Las mañanitas”, la “Adelita” y “La Cucaracha” de la mano de un organillero. El inseparable instrumento de estos mensajeros de la música siempre tienen grabadas algunas de las canciones favoritas del público.
La figura del organillero no es exclusiva de la Ciudad de México, otras metrópolis como Puebla, Guadalajara y Monterrey son también conocedoras del particular sonido del organillo.
Aunque nuestro país no es el único en el mundo donde existen los organilleros, aquí la gran mayoría trabaja en la vía pública. El organillo más común y antiguo es el de cilindro de madera con púas y puentes de bronce. Mientras que Harmonipan es la marca más usada por los organilleros estos días.
El peculiar uniforme que usan los organilleros es un homenaje a la lucha revolucionaria. La historia cuenta que un organillero marchó junto a las tropas de Pancho Villa, usando el mismo uniforme que los soldados conocidos como “los dorados de Villa“.
El organilllero, una historia de amor a la música
El organillo fue traído a México directo de Berlín por inmigrantes alemanes cerca del año 1884. Este multifacético instrumento fue adoptado con gran amor por los mexicanos, dando como resultado el oficio del organillero.
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Fueron los empresarios, circos y ferias quienes compraron los primeros organillos en México, para que tiempo después este instrumento llegará a las calles en plena época del Porfiriato.
En esos tiempo se rentaban como fuente de trabajo o bien para dar serenatas. Aunque en un principio las canciones era más de corte europeo como los vals y pasos dobles, en México eso cambió durante el periodo de la revolución.
Durante este etapa y posterior a ella, los organilleros modificaron las canciones de sus instrumentos para incluir canciones alusivas a la lucha armada.
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En los primeros años de vida de este oficio, los también llamados “cilindreros” se instalaban permanentemente en zonas muy concurridas como plazas, parques y cerca de iglesias.
A la postre llevaron su música por todas las calles, una táctica para recaudar más dinero pero toda una hazaña por soportar de 50 a 60 kilogramos en sus espaldas durante las largas caminatas.
Aunque en 1975 se formó la Unión de Organilleros la República Mexicana con 120 miembros, hoy en día no superan los 50. La figura del organillero es un oficio que se resiste a morir, extinguirse no es una opción par ellos.